El parque

Características generales

El Eco Parque San Nicolás está ubicado a pocos minutos del centro de la ciudad. Su sendero principal se extiende por 6 kilómetros costeando el arroyo Yaguarón y sus cuatro lagunas. Dentro de su superficie de 1500 hectáreas, que se distribuyen en zona continental y de islas, conviven una enorme cantidad de especies de flora y fauna.

La belleza del paisaje la completa un inmenso jardín vertical de fondo que es parte de la zona de barranca que presenta manchones de bosque nativo. Tiene una extensión total de 11,8 ha y es el hábitat de muchas especies de aves e insectos. Tiene un promedio de altura de 12 m, lo que la convierte en un telón verde imponente que acompaña el paseo. 

Las lagunas llamadas La Negra, Florida, De las Aves y Esmeralda, tienen características únicas. Conforman un ambiente calmo, que invita a disfrutar del contacto con la naturaleza.

En este mismo espacio funcionó hasta la década del 90 el basural de la ciudad. Hoy la naturaleza ha logrado reconquistar gran parte de las zonas dañadas pero aún continua el proceso de degradación de toneladas de residuos. En el año 2020 el municipio comenzó el plan de puesta en valor del Parque que incluyó una plantación de 3.700 árboles de especies autóctonas. 

Las pasarelas sobre el agua, el mirador para realizar una pausa rodeado de verde y el sector de molinos de viento, son algunas de las atracciones que se descubren en cada visita. A lo largo del camino, la cartelería acompaña el recorrido brindando información sobre las especies, las particularidades, los mitos y las leyendas que habitan en esta zona de delta medio.

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Recorridos

El Eco Parque cuenta con un circuito de 6 km, que se extiende sobre el camino principal. Cuenta con un carril para peatones y ciclistas, y uno diferenciado para vehículos. Es el recorrido aeróbico de baja dificultad, señalizado con el color amarillo.

Además, cuenta un sendero natural exclusivo para ciclistas y peatones de 7 kilómetros, señalizado con el color naranja. Este camino agreste que costea la laguna Esmeralda y la barranca es de dificultad media. 
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Historias y Leyendas del Eco Parque

En el Eco Parque conviven especies protagonistas de mitos y leyendas antiguas, que se han transmitido de generación en generación. Conocé el aspecto mágico de este lugar que guarda historias en cada rincón. 
  • Yaguarón

    El Yaguarón

    El monstruo del arroyo

    Nacido en aguas del Paraná, cuenta la leyenda que el Yaguarón vive en las profundidades de este arroyo que lleva su nombre y tiene forma de serpiente. Quienes lo han visto lo describen como una mezcla de reptil y perro, grande, verdoso, de lomo chato, con ojos de lagarto y colmillos cortos que tienen forma de sable. 

    Durante las noches de luna llena, aseguran los lugareños, que el Yaguarón se desliza en silencio sobre las costas socavando a su paso las barrancas hasta provocar derrumbes. Escondido espera que caigan humanos y animales desprevenidos para usar sus pulmones y lograr algún día sobrevivir fuera del agua. 

    Cuentan también, que en la superficie asoma sólo partes de su extraño cuerpo, le gusta alborotar la calma del agua del arroyo y zambullirse en la profundidad del remanso.
  • Ceibo

    Ceibo

    Nuestra flor nacional

    Su flor roja resume la belleza y la valentía. Desde 1942 el ceibo es la flor nacional argentina. Además, el encanto de sus racimos rojos, al ceibo se le atribuyen hechos fantásticos que a lo largo de la historia han trascendido de boca en boca. 

    Cuenta la leyenda que Anahí era una india fuerte y guerrera. A pesar de su rebeldía y audacia, un día cayó en manos de una tribu enemiga y no logró escapar. Fue condenada a la hoguera y atada a un árbol de baja estatura que no tenía floración. Quedó sin posibilidades de defenderse, pero aún así, su voz alegre se escuchó cantar desde el río Paraná. 

    A medida que el fuego ardía, el cuerpo de Anahí desaparecía. Al día siguiente, la luz del amanecer dejó a la vista las cenizas de la guerrera, pero en el árbol intacto, colgaba un racimo de flores rojas aterciopeladas nunca antes vistas. Eran las flores del ceibo que guardaban el alma de Anahí.
  • Espinillo

    Espinillo

    El árbol con flores del color del sol

    Narra la historia que el espinillo nació para proteger a Eireté, una india joven y hermosa. 

    Eireté se había casado con Cuimbá, un guerrero valiente que murió en una lucha tribal pocos días después de ver nacer a su primer hijo. 

    Como solía hacer habitualmente, una tarde Eireté salió a pasear con su bebé, pero esta vez se alejó demasiado. Mientras caminaba dentro del monte escuchó el rugido de un yaguareté. Asustada abrazó con fuerza a su hijo y corrió sin rumbo hasta internarse en una vegetación espesa que no podia atravesar. 

    Fue allí que Dios intervino y la guió hacia un monte tupido de espinillos. Su ayuda divina hizo que las ramas se abrieran delante de ella y luego se cerraran a su paso creando una barrera espinosa imposible de traspasar para el animal. 

    Antes de que llegara la noche helada, Dios le pidió al sol que dejara su calor en el follaje de cada espinillo para que junto a su hijo Eireté pasara la noche a salvo y pudiera regresar a su tribu la mañana siguiente. 

    Desde entonces, en primavera, los rayos del sol descansan sobre los espinillos, transformándose en flores de color dorado, que adornan y perfuman aún lo más profundo del monte ribereño.
  • Timbó

    Timbó

    El árbol del amor paternal

    Cuenta la leyenda que en tierras guaraníes existió un famoso cacique llamado Saguáa que adoraba a su hija Tacuareé. 

    Tacuareé se enamoró de un cacique de una tribu lejana y decidió escapar. Cuando su padre la descubrió, salió a buscarla con desesperación enfrentando los peligros y adversidades de la selva. Pasó días recorriendo caminos sin rumbo y sin resultados. 

    Desesperado por no encontrar rastros, comenzó a escuchar ruidos lejanos que podían ser los pasos de su hija en el monte. Para poder localizarlos ponía su oreja sobre el suelo, intentando descifrar qué tan lejos estaría. Así, cada tanto interrumpía su caminar para poder escuchar. 

    Cuando ya no tuvo más fuerzas, cayó rendido con fiebre. Murió con su oreja pegada a la tierra, imaginando a Tacuareé volver. 

    Días después, los hombre de la tribu finalmente lo encontraron y descubrieron que su oreja estaba unida a la tierra. Con el tiempo, la tierra la adoptó, echó raíces y así nació el árbol Timbó o Cambá Nanbi, característico por sus frutos en forma de oreja. 

     En honor a Saguáa y su hija Tacuareé, el Timbó recordará siempre el amor paternal.